La motivación de Jesús cuando caminó
por esta Tierra predicando, sanando y enseñado, fue siempre la de ayudar y suplir las
necesidades tanto físicas como espirituales
de las personas. El Señor no lo hacía por un
interés personal, sino por misericordia. Esa
gran misericordia que movió a Jesús a compadecerse de los necesitados y sanar a los enfermos lo llevó también a pedir a más obreros
que salgan a hacer Su obra y que a su vez,
rueguen por más obreros dispuestos a poner
sus manos en el arado.
Cuando Jesús vio a la viuda que había
perdido a su hijo, le dijo “no llores” y resucitó al muchacho; al leproso le dijo: “quiero, sé
limpio” y lo sanó; a la multitud hambrienta le
multiplicó alimento. En estos días de Invasión
que estamos saliendo a contactar personas, tengamos siempre presente que estamos yendo a suplir las necesidades de cada una de
esas personas por medio de Jesucristo y no
meramente a cumplir un programa y hacer
crecer una iglesia o nuestro ministerio.
“La actitud de ustedes debe ser como
la de Cristo Jesús”. Filipenses 2:5
Es cierto que nos motiva el anhelo de extender el Reino de Dios, pero el Señor siempre quiso que el Reino crezca solo por amor.
Que tu motivación sea ayudar, suplir la
necesidad de la gente, ya sea sanidad, salvación, o alguna carencia o herida emocional,
pero hacelo con el mismo corazón de Dios, un
corazón misericordioso y lleno de compasión
por las personas.