Cuando Jesús se sentó con los discípulos, ellos le pidieron que les explicara la parábola del trigo y la cizaña. El enfoque inicial
de la parábola fue enseñar que el enemigo
sembró gente que simula ser cristiana y no
lo es, ya que la cizaña es muy parecida al
trigo, pero no da frutos. Pero cuando vemos
todo el contexto de esa preciosa enseñanza
descubrimos algo maravilloso: nosotros somos la respuesta de Dios a las necesidades
de la gente. Analicemos los roles: el que siembra es el Hijo del Hombre. Ante la necesidad
de la gente y el deseo del Señor que todos se
salven, la respuesta de Dios es sembrar buena semilla. Prácticamente todo en el Reino de
Dios se produce mediante la ley de la siembra
y la cosecha, por eso, cuando Dios quiere bendecir a una familia, siembra allí una buena
semilla, un buen cristiano que bendiga a toda
esa casa; cuando Dios quiere responder al clamor de una ciudad Él siembra un puñado de buenas semillas que se mezclan con la gente como levadura en la masa y desatan una
bendición tan grande sobre esa ciudad que
hasta pueden despertar un avivamiento. El
texto dice que el campo es el mundo, el lugar
donde estás, tu lugar de trabajo, la universidad, incluso tu propia familia. Tal vez estés
orando para el Señor te saque de allí porque a
tu alrededor hay gente mala, pero Dios te responde: “Ellos me necesitan, por eso te sembré allí, para que me des frutos entre ellos y
tu presencia los bendiga”.
Vos y yo somos la buena semilla de
Dios, por eso estamos alborotando la ciudad
con Invasión. ¡Somos la respuesta de Dios
al clamor de la gente! Tené esto presente
cuando te acerques a alguien a compartirle
el Evangelio.
Sugerencia Práctica
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sobrenatural, y después invitalos al evento.