El amor de Dios es generoso, dadivoso,
servicial, ayuda y trata de que los demás estén
bien. Por eso, en Lucas 4 Jesús dijo: “El Espíritu Santo está sobre mí por cuanto me ungió Dios
para sanar, vendar, levantar, liberar al oprimido”, para enseñarles que merecen estar bien,
gozosos de la vida que Dios les ha dado. Ayudarlos a dejar atrás el sufrimiento, libertarlos
de las cadenas y las situaciones que lo perturban que los llenan de dolor e hiere sus vidas.
El Señor manifestó Su amor cuando caminó por esta Tierra haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el enemigo. Hoy
Dios nos pide que hagamos lo mismo, que el
amor abunde en nuestros corazones, que tengamos compasión y misericordia, y que con
el poder que actúa en nosotros caminemos
las calles, liberemos, ayudemos, sanemos y acerquemos a cada persona a conocer el amor
y la salvación que hay en Jesús. En este tiempo de trabajo especial, cuando hagamos las
visitas, mostremos el amor de Dios en cada
palabra y en cada acción.
Dios te ama, y ama que des ese amor
desinteresadamente al necesitado.
Si anhelamos demostrar el amor de Dios
a las personas, necesitamos “hacer bienes y
sanar a los oprimidos por el diablo”. No se trata solo de hablar de Dios sino de mostrarlo a
Él. ¡Las personas tienen que saber que Dios
los ama! Lo que gana el corazón de la gente es
el Amor.