Estoy convencido de que el cielo está escuchando un clamor, llantos, corazones angustiados, niños desesperados, y Dios ya dio Su respuesta. Nosotros, la iglesia, somos la respuesta de Dios a todo ese clamor. Dios nos colocó en la Tierra y puso en nosotros una unción poderosa para anunciar buenas noticias a los pobres, para liberar a los oprimidos, para dar apertura a las cárceles. ¡Somos la respuesta de Dios al clamor de la gente! A cien metros de tu casa, de la célula, o quizás todavía más cerca, hay personas en sufrimiento por alguna enfermedad, niños que detrás de una puerta miran cómo se pelean sus padres, alguien que ya no encuentra motivos para seguir viviendo. Hay gente clamando: “¿Será que Dios existe?”. Ese clamor está subiendo al corazón de Dios y nosotros somos los que estamos equipados, preparados, y tenemos el mandato de salir a la calle y predicar a Dios, mostrar Su poder y permitir que Él pueda mostrar Su respuesta a cada una de esas peticiones.
En una sociedad donde la gente sufre desconsuelo, dolor, frustración, robos, desesperanza; en un mundo donde las personas creen que todo va hacia atrás y que no hay solución posible para sus problemas, allí llegamos nosotros con Invasión, con una palabra de fe, de esperanza, de consuelo, de verdad y de poder de Dios. ¡Estamos llenos de la Gloria de Dios! ¡El Señor nos sorprenderá!