“Si tu presencia no va conmigo…”, ¡qué
expresión tan maravillosa! Dios le ofreció
a Moisés acompañarlo con ángeles. Para el
pueblo hebreo los ángeles eran fuertes e importantes. Sin embargo, Moisés prefirió que
lo acompañase la presencia de Dios. La presencia se busca, el favor se recibe.
El poder te acostumbra
y la presencia de Dios te hace adicto.
El poder es importante, porque impacta el
corazón de la gente. En Lucas 17 Jesús limpió
a los leprosos y los envió a presentarse ante
el sacerdote, porque necesitamos ver para que
se conmueva nuestro corazón; pero es la presencia la que verdaderamente nos transforma,
nos cambia por dentro, y cambia también a las
personas que nos rodean. Muchas veces multitudes fueron detrás de Jesús por el poder que
había en Él, pero cuando el Señor se alejó para
ir solo a orar, solo los discípulos lo siguieron. Ellos estaban buscando Su presencia, mientras las multitudes únicamente querían ver
Su poder.
Tal vez oramos más por las manifestaciones que por la presencia genuina de Dios.
Después de ver el poder hay un nivel superior, que es buscar la presencia de Dios.
Cuando Obed Edom recibió la presencia de
Dios en su casa, todo fue bendecido en su
vida: él, su casa, sus hijos, su futuro. ¡No
nos conformemos con lo bueno, busquemos
lo mejor! Cuando las tribus de Israel decidieron quedarse al otro lado del Jordán, se perdieron la tierra prometida. Entonces, buscá
la presencia y los milagros, y no solo los milagros. ¡No hay nada mejor en la vida que caminar acompañado de la presencia de Dios