Todos los que hemos nacido de nuevo
en Cristo hemos sido alcanzados por Su perdón y Su gracia, somos merecedores de toda
bendición y estamos preparados para ser de
bendición. Los hijos de Dios somos herederos
de la promesa que Dios le hizo a Abraham:
“Serás una nación grande”. Al ser herederos
de esta promesa estamos llamados a pastorear personas, a predicar las buenas nuevas
y a cumplir con el mandato de Jesús de ir y
hacer discípulos. Dios prometió bendición y
esa bendición se multiplica cuando la sembramos en otros. “Engrandeceré tu nombre y
serás bendición a otras personas”.
Más adelante Dios amplía Su promesa a
Abraham y dice: “y serán benditas en ti todas
las familias de la tierra”. ¿Qué significa esto?
Que no solo serás bendecido vos, sino que
también toda tu casa, tus hijos, tus nietos, tus bisnietos, ya lleven por herencia el gen de
la bendición.
La ley de la siembra y la cosecha se aplica muy bien a este tema. Si somos bendición
podemos afirmar que estamos sembrando
bendición, por lo que nuestra cosecha será
gigantesca en bendición.
El Señor dijo en Mateo 5:14: “Vosotros
sois la luz del mundo; una ciudad asentada
sobre un monte no se puede esconder (…) Así
alumbre vuestra luz delante de los hombres”.
¿Te imaginás los torrentes de bendición que
estamos desatando en Invasión al unirnos a
cientos y cientos de miles solo para bendecir
a otros? Vos, tu familia, tus hijos y los hijos
de tus hijos estarán la vida entera cosechando bendiciones simplemente porque elegiste
ser bendición.