Una mujer griega iba siguiendo a Jesús,
pidiendo a los gritos por la liberación para su
hija atormentada por un espíritu inmundo.
La respuesta de Jesús fue algo extraña. Parafraseando, lo que respondió fue algo como “la
bendición es el pan de los hijos y tú no eres
hija”. La mujer insistió, y el Señor, sorprendido por la fe de esa mujer y movido a misericordia, le concedió lo que pedía. Esta demora
de Jesús para liberar a aquella joven nos regala una enseñanza muy importante. La Biblia
dice que muchas de las cosas del Antiguo Testamento fueron una sombra de lo que después
nosotros viviríamos en Cristo. La mujer griega
sirofenicia de la historia, por no ser del pueblo
de Dios, representa a los que no son hijos del
Padre. Los hijos de los que habla el Señor en
esta historia son justamente los hijos de Dios.
Este pasaje nos deja dos enseñanzas:
1. Aunque la persona que clama con fe
no sea cristiana, Dios en Su amor igualmente
la va a ayudar.
2. La liberación para los hijos, en cambio, es prioritaria, tanto que Él la llama “el
pan” de los hijos. Esto indica que los hijos de
Dios serán saciados de liberación sin necesidad de estar clamando. Ellos tendrán el privilegio de disfrutar siempre la libertad física,
mental y espiritual de Dios. Jesús dijo: “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.
Quiero que sepas que como hijo o hija
de Dios tienes pleno derecho a experimentar
la libertad y liberación en Cristo. Toda depresión, opresión, enfermedad o cualquier cosa
que te quiera afectar son ilegales en vos. Solo
creé y declará que sos hijo o hija, y que la liberación es el pan de los hijos. ¡Que primero
que se sacien los hijos!