Jesús conoce el corazón de la gente, su
agobio, su cansancio, y sabe que el mundo
entero está bajo el maligno; por eso, nos hace
una maravillosa invitación para que proclamemos a los cuatro vientos: “Podemos dejarle
al Señor nuestras cargas”.
Las personas que visitaremos esta semana seguramente ya hayan recibido a Jesús
en su corazón, pero es probable que no sepan que si rompen con su antigua manera de
ver a Dios, y deciden caminar con el Señor,
recibirán descanso en su alma y en su espíritu. A pesar de tener todo, muchos dicen: “No
doy más” o “no tengo fuerzas, no puedo seguir”. Abrumados por la angustia y la depresión se sienten en debilidad. Esas personas
necesitan venir a Jesús para encontrar el descanso que les permitirá ver la vida desde otra
posición, desde la perspectiva de la victoria y
no de la derrota. Cuando se acerquen al Señor, Su paz que sobrepasa todo razonamiento humano llenará sus corazones, les dará gozo
y una alegría profunda y duradera.
No podemos tener el control de todo lo que
nos sucede, pero Dios sí puede.
Démosle nuestras cargas a Dios,
¡Él se llevará todas nuestras ansiedades!
Visitemos a nuestros hermanos con
alegría en el corazón y certeza en el espíritu
de que Dios se ocupa de nuestras cosas y se
lleva nuestras cargas. Así ligeros, livianos,
sin ni equipaje emocional, predicaremos la
Palabra con denuedo, convicción y gozo de
predicar a un Dios que está atento a todas
nuestras necesidades.